¿Qué tienen en común el tocino
y la velocidad? Los físicos teóricos nos podrían dar la respuesta. Los que no
entendemos de eso pensamos que nada, pero vemos que muchos los confundimos
inconscientemente y, cuando lo hacemos, nos lo dicen.
¿Y el cerdo, la electricidad y
las cosas de la vida? Parece que tampoco, pero sí. Lean.
Edison inventó la lámpara de
incandescencia a finales del siglo XIX. Tuvo la luminosa idea de emplearla en
el alumbrado público de Nueva York. Inundó la ciudad de ruidosos generadores de
electricidad y de una inextricable maraña de cables que atenuaban la luz del
sol. De paso, las bombillas calentaban un poquito la noche. A pesar de los
grandes beneficios del invento, se perdía mucha energía por la red, que se
trataba de compensar con gruesos cables.
Pocos años después, Tesla, uno
de los grandes ingenieros de la humanidad, introdujo la corriente alterna y un
completo sistema para mejorar el alumbrado público: generadores,
transformadores y la alta tensión. Con ello había complicado el proceso de
distribución de la energía, pero había reducido considerablemente las pérdidas.
La electricidad se producía cerca de los saltos de agua, a gran distancia del
consumidor, aprovechando la fuerza del agua. Los molestos generadores
desaparecieron de las ciudades y los cables transportaban muchísima más
energía. Y para colmo, el coste era mucho menor. De Edison solo queda su estela
de gran inventor. Su lámpara ha quedado recientemente prohibida.
La electricidad penetra en la
iluminación de los hogares y en la industria. La máquina de vapor se sustituye
por el motor eléctrico. El fuerte aumento del consumo se corrige con un sistema
de centrales productoras de energía conectadas a una red de suministro. Los
usuarios se conectan y desconectan sin previo aviso, creando picos y valles de
tensión que estropean los receptores conectados o hacen que funcionen por
debajo de lo normal; no admiten que sus aparatos se rompan ni que funcionen mal
por esos motivos. La culpa la tiene la electricidad, que no se puede almacenar.
Así que, para evitar problemas, hay que producir y transportar la energía que
se consume en todo momento. ¿Cómo?
Un organismo de gestión elabora
pronósticos de consumo en el muy corto plazo, que tienen en cuenta el consumo
real actual y otros factores como la duración del día o la temperatura
ambiente. De ellos salen las órdenes al sistema de generación; indican qué
centrales deben funcionar y a qué régimen de trabajo. Si no se puede cubrir la
demanda, se pide energía a otros sistemas vecinos.
Las predicciones han de ser muy
ajustadas y ligerísimamente superiores a lo esperado. El consumo real ha de
controlarse en todo momento. Si es inferior al previsto, sobra energía, que no
puede quedarse en la red. Se consume poniendo en marcha centrales que bombean
agua a un embalse, recuperando así casi todo el exceso.
El cerdo es un animal que ha
resuelto muchos problemas de alimentación en el entorno rural. Tan agradecidas
le están las personas, que dicen que tiene todo bueno, hasta los andares.
Cada casa criaba, con sobras o
con lo que no quería, los que iba a consumir en el año. Algunos crecían felices
en el campo, aprovechando los recursos naturales; un sistema muy barato que
apenas da trabajo. Lo que les sobra se ha utilizado tradicionalmente para
abonar los campos y, ahora, para generar energía térmica y eléctrica.
Del
cerdo muerto no quedaba ni rastro. La carne magra, en forma de chacinas,
deleitaba los paladares. El tocino daba el toque de sabor a los platos
invernales. Los intestinos eran el envoltorio de chorizos y morcillas. Las
vísceras se degustaban recién muerto el animal o componían las sublimes güeñas.
Incluso los huesos se empleaban para hacer los excepcionales botillos; si no
era así, el perro daba buena cuenta de ellos.
La explotación industrial del
cerdo ha cambiado algunos de los usos de las partes del cerdo, pero no ha
olvidado aprovecharlas en su totalidad.
Los pueblos que habitan en
entornos adversos han hecho de la necesidad virtud. Esquimales, mongoles y
lapones, entre otros, han sido capaces de sobrevivir y perdurar gracias a la
muy eficiente utilización de los escasísimos recursos a su alcance, y a la
preservación que han hecho de ellos para garantizarse el futuro.
Los talleres de los antiguos
mecánicos tenían paneles con las herramientas ordenadas y sus siluetas
marcadas. Un simple vistazo era suficiente para saber a dónde ir a tomar la
herramienta necesaria y dejar la usada. El tiempo de búsqueda ahorrado se podía
dedicar a otros arreglos. Los mecánicos también sabían que, antes de ponerse a
reparar algo, había que pensar de dónde podía venir la avería, cómo acceder a
lo averiado, o el orden en que dejar las piezas desmontadas. No seguir estos
patrones de comportamiento podía suponer que sobraran tornillos y tuercas, de
lo que concluían que algo no se había hecho bien. Deshacer lo mal hecho y no
poder cobrarlo enfada a cualquiera.
Una de las primeras enseñanzas
de los albañiles de la vieja escuela a los aprendices era la limpieza y el buen
trato de las herramientas. Cada vez que se utilizara una, se debía limpiar y
dejar en perfectas condiciones inmediatamente. El maestro comprobaba el estado
de las herramientas con una mirada, cada día, al final de la jornada. Sabía
que, si esto no se hacía, conseguiría acabados inaceptables.
Mujeres y coquetería van
unidas, especialmente en eventos sociales importantes, como bodas y saraos.
Todas quieren lucir, lucirse y ser diferentes de las demás. No les vale
cualquier atavío; tiene que ser uno que les favorezca, esté a tono con los
tiempos y se ajuste a su propia silueta. Por eso acuden a la modista. Ella les
asesora en la elección del vestido ideal, pero tienen que poner imaginación de
su parte. No tiene telas ni modelos. Las telas son retales agrupados que
conforman un muestrario. Los modelos se ven en revistas, lucidos por hermosas
señoritas a las que les planta bien cualquier cosa. Tras la decisión de tela y
modelo derivado de la revista, la modista toma medidas y se pone a la tarea de
confeccionar los patrones del vestido, que son únicos para la ocasión. Compra
la tela, la corta e hilvana. Una prueba sobre la dama saca a la luz los
retoques que hay que hacer para que el vestido le encaje perfectamente. Otra
prueba posterior validará el trabajo realizado o sugerirá cambios mínimos.
La pobre modista se tiene que
enfrentar al tiempo, porque la ocasión tiene puesta la fecha. Salta de un
encargo a otro, prolonga su jornada hasta horas intempestivas y hace lo
imposible para entregar los encargos a tiempo, a pesar de que sus clientas
tienen siempre una excusa: me avisaron tarde, estaba fuera, y así con un largo
etcétera.
La clienta pagará su vestido
después del evento. Si lo ha disfrutado, reconocerá el valor recibido en forma
de propina y de futuros encargos suyos o de personas recomendadas.
Jugar entretiene y divierte.
Los practicantes de cualquier juego, además, disfrutan. Casi todos terminan
igual; el jugador gana o pierde, sólo o con otros. Ganar da siempre
satisfacción.
Los juegos que tienen detrás una recompensa incitan a la concurrencia de varios
jugadores y se convierten en competiciones, aunque sean de solitarios.
Para poder competir hay que ser
un buen jugador. Los que no se tienen por buenos no participan; saben que nunca
podrán alcanzar la recompensa. Sólo los buenos jugadores se animan a competir,
pero eso no les garantiza el éxito. Al juego se le añade, entonces, la lucha
por ganar. Cada jugador tiene que estar bien preparado. Menospreciar al resto o
crearse ilusiones aumenta las posibilidades de no ganar. El triunfador se ha
propuesto ser el mejor y ha tenido que demostrarlo sufriendo frente a los
demás. Sin esos ingredientes no habría logrado el premio mayor. Otros han
seguido la misma táctica y han logrado premios menores. Quien no logra el
premio al que aspiraba se siente frustrado; tendrá que plantearse qué hacer
para lograr el premio por el que lucha.
¿Tienen algo en común la
electricidad, el cerdo, los esquimales, el mecánico, el albañil, la modista y
los competidores? Sí, sin duda.
Lean entre líneas y habrán
descubierto la reducción de desperdicios, el aprovechamiento máximo de los
recursos, la planificación del consumo, la producción bajo demanda, la ausencia
de stocks, la búsqueda de la máxima eficiencia en los procesos, el suministro
justo a tiempo, la productividad, la logística inversa, el orden, la limpieza,
la calidad, la adquisición de buenos hábitos de trabajo, la actitud para el
logro de objetivos y alguna otra virtud que se queda en el tintero. Son ideas
que emplea la logística moderna.
En todo esto hay muy poca
ingeniería, bastante más ingenio y sentido común a raudales, ése que dicen que
es el menos común de todos. Alguien, muy observador y con mucho sentido común,
ha abstraído algunos de esos conceptos de la vida ordinaria, que están a la
vista de todos, los ha reunido y ha creado un manual que ha bautizado con un
nombre que hace furor.
Y para terminar, lean: ustedes
también lo pueden conseguir con sentido común.
Juan
Carlos Viela es
Ingeniero Industrial por la Universidad de Navarra. Ha desempeñado cargos de
dirección técnico-comercial en grandes operadores logísticos multinacionales. Experto
en diseño, puesta en marcha, reingeniería y mejora de la productividad en
operaciones logísticas complejas. Director del Master en Gestión de la
Logística y profesor asociado del Instituto Logístico Tajamar. Ha publicado
diversos artículos en la prensa profesional especializada y es autor del libro
Gestión y Diseño de Almacenes. Domina plenamente los idiomas español, inglés e
francés. Participa directamente de los proyectos desarrollados por la división
de Fusiones y Adquisiciones de PRESS LOG, empresa en la cual ocupa la posición
de Director Asociado.
1 comentários:
Excelente y divertido post!
Explicado así hasta un niño lo comprende. El problema es que, quien lo debe entender no lo entiende, o no quiere.
Enhorabuena!
Excelente e divertido post!
Explicado desta maneira até uma criança entende. O problema é, que deve compreender não entendem, ou não querem.
Parabéns!
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